lunes, 3 de mayo de 2010

Primer entrenamiento +200 km (etapa 1 de m500)

Por fin se han alineado dos mil planetas y han coincidido el día que puedo hacer un entrenamiento largo y el buen tiempo. Siempre que trato de hacer algo especial, llueve o pasa algo que me lo impide. Pero, esta vez no.

Mi idea era hacer la primera etapa de m500 (Aranjuez-Meco), aunque con alguna pequeña variación. No salir de Aranjuez es algo razonable, cuando vives muy cerca, por lo que, enlazaría con m500, en el Cortijo de San Isidro (a la salida de Aranjuez). La otra variación sería no llegar a Meco (no me hace falta llegar al tren, puesto que haré la vuelta en bici), por lo que, daré la vuelta en Santos de la Humosa. La vuelta será por el mismo camino de la ida hasta Carabaña. Tiraré hacia Perales, Morata de Tajuña, bajaré a San Martín de la Vega y finalizaré en Ciempozuelos.

Preparé las cosas (no todas) el miércoles, puse a punto la bici y a dormir. A las 6.30 en pie, acabar de preparar las cosas que quedan y de 7.30 a 8.30, tareas familiares (desayunos, llevar a los monstruitos al autobús, etc.) para a las 9.15, estar en marcha.


Llevo la mochila (mi viejo Mule) a reventar. Dos vejigas de líquido (entre las dos no suman ni tres litros), una de agua y otra de isotónica, un par de cámaras, pilas para el GPS, herramientas, bocadillos (de pan de molde, obviamente) y barritas.

Empiezo tranquilo (normal) y las primeras novedades llegan pronto: tengo un hambre que me muero (no le hago caso y se va pasando) y tengo molestias en el culo (que San Assos me proteja). Menos de una hora. Lo malo de una ruta con perfil predominantemente llano es que no te levantas a casi nada y el culo se resiente. Tampoco le hago mucho caso y sigo sin más novedad.


En 1h56’ (38,24 km.) me planto en el Puente de Villarrubia, pasando antes frente al Castillo de Oreja (la foto del Castillo es del lunes, que pasé por aquí haciendo inspección; el resto son del día de la ruta, para aclarar). Tomo la primera barrita.


Voy bien, a buen ritmo y sigo con ganas. Fotito a un acueducto que me pareció chulo, cuando llevo 2h22’ y 46,68 kilómetros.


Aunque los paisajes no son bestiales, disfruto de lo verde que está todo (para no estarlo con lo que ha llovido), haciendo más agradable el pedaleo y abstrayéndome un poco, para no pensar en lo que queda. El mayor problema es que anochece sobre las nueve y pico, con lo que no tengo mucho margen por encima de las doce horas (unos 18 km/h de media), por lo que a estas alturas, la media es de lo que más me preocupa.

Al poco, llego a Villamanrique de Tajo (2h35’ y 50,70 km.). Sigo a buen ritmo, sin más paradas que las de hacer las fotos. Además, como la ruta está perfecta, no pierdo tiempo por ningún desvío.


En el kilómetro 60,98 (3h04’ horas de ruta), paso por Fuentidueña de Tajo y cruzo la A3, cogiendo la Cañada Real Soriana. Hay un tramo con algo de barro, por el agua que se desborda de un arroyo que fluye paralelo al camino. Tampoco hay más problema que unas salpicaduras y guarrear un poco la bici. Tras esto, cruzo unos encinares bastante bonitos que me recuerdan a Extremadura y tras ellos llegan los primeros desniveles; un par de rampas que no son gran cosa, pero tras tanto tiempo llaneando, se me atragantan un poco (estamos hablando de subir un poco el pulso y ponerme de pie, tampoco es para más).


Vuelvo a coger velocidad (más llano) y entro en la Vía Verde del Tren de los Cuarenta Días (73,67 km. y 3h53’). Todo bajada y aprovecho para coger otra barrita.


En nada, enlazo con la Vía Verde del Tajuña (al lado de Carabaña, 81,27 km y 4h11’), siguiendo la ruta dentro de lo previsto en cuanto a media. Sigo esta Vía Verde por Tielmes, Orusco y Ambite, donde tengo buenos recuerdos de ir con mi familia al bosque que hay justo donde acaba la Vía. Ya van 91,60 km. y 4h40’. Sigo, sorprendentemente, bien.


Abandono la Vía y tras un rato (y una subida de asfalto durilla) llego a Pezuela de las Torres. Es casi, casi, la mitad del recorrido (no volveré por el mismo sitio; la vuelta es más corta y por eso, la mitad no está donde dé la vuelta). Llevo 107.5 kilómetros y 5h38’ y estoy todavía vivo y con ganas.


Una pista ondulada arcillosa me llevará hasta Santorcaz (kilómetro 116,1) y de ahí a Santos de la Humosa. Subo por carretera por error (llevo el GPS en la pantalla de pulso-velocidad) y me despisto. Como voy a volver, ya lo haré por el sitio correcto. Doy alguna vuelta por Santos de la Humosa buscando un supermercado o algo similar y como no lo encuentro, me paro en una mesa a comerme un par de bocadillos. Hay una fuente y bebo todo lo que puedo, relleno un poco el camel (sólo una bolsa, porque para sacar la otra, tengo que vaciar todo y me da pereza).


En un momento ya estoy de vuelta, bajando, esta vez sí, por el sitio correcto y camino, nuevamente, de Santorcaz. Ya no paro a hacer fotos, sigo apretando para mantener una media correcta, que de momento voy consiguiendo.

La vuelta se me hace más corta y en poco, ya estoy en Pezuela. Sigo sorprendido, porque voy a un ritmo del todo inesperado para el tiempo que llevo. Para salir de este pueblo, hago una pequeña variante que he visto según subía a la ida y en vez de bajar por carretera, bajo por una pista rápida. Un poco más divertido.

Vuelvo a coger la Vía Verde del Tajuña, siguiendo relativamente rápido (lo facilita el terreno, ya que no hay desniveles y está asfaltada) pero, sin olvidar, las más de ocho horas que llevo.

Van cayendo Ambite, Orusco, Tielmes, Carabaña, hasta llegar a Perales de Tajuña. Paso por debajo de la A3 y continúo hacia Morata de Tajuña, donde con diez horas de pedaleo, haré una pequeña parada a comer.

Llego a Morata y me doy el capricho de comprarme un refresco y un par de donuts, que caen inmediatamente. Salgo de Morata, perdiendo algo de tiempo hablando con un conductor que no acaba de entender las señales de preferencia. Le hago un gesto feo y se mosquea. Me pide explicaciones, lo hablamos tranquilamente y asunto zanjado. Lo malo es que pierdo unos diez minutos. No pasa nada, cada vez estoy más cerca y si no pasa nada raro, llego de día seguro.

Antes de la cementera, dejo la Vía Verde y cojo la Senda Galiana. Tras varios kilómetros, bajo el Pingarrón (qué diferencia, siempre lo subo cuando entreno y la pendiente de más del 20%, ahora parece fácil). Cumplo la mágica cifra (al menos para mí) de 200 kilómetros, antes de llegar a San Martín de la Vega, que bordeo rumbo a casa. Siguiendo con la sorpresa que llevo todo el día, me tengo que ir frenando para no cogerme un calentón, de las ganas que tengo ya de llegar. Se me acaba el agua de la bolsa de agua (la de isotónica todavía está a medias).



En la Plaza me encuentro con unos amigos y paro a hablar con ellos unos minutos. Continúo y en nada llego a casa. Me espera una ducha y la cena.

Me bajo de la bici un poco vacío, por llamarlo así. No es como esperaba acabar. No soy físicamente nada del otro mundo y esperaba llegar dando tumbos, de lado a lado (como he ido muchas veces). Quizá porque si llegaba así, no buscaría un límite superior y me conformaría con esto. Pero, no. A veces, nos sorprendemos de lo que hacemos y esta vez he vuelto entero (y lo que es peor, dándole vueltas a un próximo reto). Hay que jorobarse.


No puedo dejar de agradecer a las personas que han permitido que pueda escaparme de las labores familiares de la tarde, para llevar a cabo esta locura. Y espero que las siguientes.

Haciendo un frío resumen de datos podría dar las siguientes cifras:

Peso de la bici: 11,0 kg.
Peso de la mochila: 4,4 kg.
Distancia recorrida: 217,6 km.
Tiempo empleado: 11h53’ (incluyendo todas las paradas)
Velocidad media: 18,3 km/h.
Tiempo de pedaleo: 10h59’
Velocidad media (sin paradas): 19,66 km/h.
IBP: 283
Comida: dos barritas, cuatro sándwiches de nocilla y dos donuts
Bebida: menos de cinco litros de agua e isotónica y una lata de refresco
Calorías consumidas: 7555
Trastorno mental (antes de salir): 90 (sobre 100)
Trastorno mental (al llegar): 95 (sobre 100)
Odio a la bici (al llegar): sorprendentemente, el mismo que al salir

Hasta la próxima.

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