Retomo la actividad con la crónica de la carrera más grande que conozco. Tuve la suerte de participar en ella este verano. El resto lo cuento en las siguientes entradas. Como es obvio, si la carrera es larga, la crónica debe ser larga, por lo que, la voy a dividir en varias entradas. Os dejo con la primera de ellas.
Tras una temporada bastante satisfactoria a nivel de
resultados (victoria en la primera carrera y segundo puesto en la General del
Open de Portugal de 24 horas), el cierre se presentaba como un reto de mucha
dificultad. Nada más y nada menos, que 500 kilómetros en una etapa, con un
desnivel positivo de 13000 metros (peor que los 500 km. en sí) y un tiempo
máximo de 66 horas. Estoy “acostumbrado” a carreras largas, a pasar la noche
entera pedaleando, pero en este caso
iban a ser dos noches completas (y los dos días, claro), en el mejor de los
cálculos.
El recorrido partía de Covilha (para simplificar, cerca de
Salamanca) y finalizaba en la playa de Guincho, en Cascais, al lado de Lisboa.
473 kilómetros, del tirón, en los que el
GPS iba a ser nuestro aliado, puesto que, el circuito no estaba marcado y se
seguía con el track metido en el “aparatito del demonio”.
En un verano en el que he entrenado con relativa normalidad,
salvo una semana que tuve que parar por una rodilla inflamada por una caída y
su consecuente golpe contra la potencia, el fin de fiesta, prometía ser épico.
Por un lado, pensaba que estaba capacitado para hacerlo. Sabía que era una
carrera de “paciencia”, de no cometer excesos, de dosificar. Pero, cualquier
fallo, cansancio fuera de lo “normal”, te pone contra las cuerdas y no tienes
tiempo de recuperar.
Por otro lado, era una carrera totalmente distinta a lo
habitual. Estamos acostumbrados a correr en circuito cerrado, dando vueltas
(baso mi temporada en carreras de 24 horas), por lo que, un recorrido en línea,
tan largo y con seis puntos de asistencia, era también una prueba de fuego,
para mi mujer, que debía conducir el coche de un punto a otro (llamados
“pit-stops”), por sitios totalmente desconocidos y “adelantarse” a mis
necesidades (en las de 24 horas, aviso de lo que quiero con una vuelta de
antelación).
Mi planteamiento era el mismo de siempre: ritmo lento y
muchas horas en la bici, para compensar. Mi miedo era grande, muy grande. Dos
noches, son mucha tela. Lo que sí tenía claro es, que no iba a arriesgar,
haciendo los “pit-stops” muy cortos; descansaría lo que creyese necesario.
Uno de los problemas de estar de vacaciones, es que no
tienes tus medios habituales. Un fallo en el internet del móvil, hizo que
recibiese el track, el mismo día de la carrera (en el viaje), lo que me
impidió, ver el recorrido, el perfil (imprimirlo también), “estudiarlo” un
poco. Tampoco ayudó mi falta de costumbre a la hora de usar el GPS y el
estrenar un nuevo aparato (Edge 800). Tenía previsto llevarlo, junto con el
viejo Vista Cx, que con sus limitaciones en el número de puntos de track, hizo
que, tardásemos mucho tiempo en acabar la labor de meter el track completo
(bueno, en realidad metimos la mitad, partido en veinte “minitracks” de 500
puntos cada uno, para no perder precisión; por cierto, gracias a Pedro Farinha esto fue posible).
Me acosté bastante tarde, sobre la una de la mañana, lo que
no dejaba mucho margen de descanso, porque teníamos que levantarnos antes de
las cinco. Desayuno frugal porque, no han abierto el restaurante del hotel aún,
últimos preparativos y… salen todos, menos yo, que me falta alguna cosilla por
preparar. Obviamente, ni me inmuto, sigo con mis cosas. Ya saldré, tengo el
track, no hay problema. Covilha está a unos 450 metros de altitud y lo primero
que tenemos que hacer es subir por carretera unos 23 kilómetros, tras unos
inicios callejeando, hasta los 1986 metros de cota máxima que tiene esta
subida. Ya nos había avisado Josué Duarte (diseñador del circuito y ganador del
PT Open XCR 24h) que las subidas eran interminables. Él ha hecho el recorrido y
las conoce bien. Tenía toda la razón. Subo cómodo, no hay pendientes excesivas
(no creo que hubiese ningún tramo de más del 18%), empleando 2h45’ en subir, sin
casi descanso. Primer escollo superado. Me acuerdo en todo momento de las
palabras de Josué, indicándonos la dificultad del primer tramo hasta el primer
pit-stop en Fajao, en el que llegaremos con 85 kilómetros y 3800 m. de desnivel
(sirva como referencia que la MadridXtrema del año pasado tenía esa distancia y
unos 2000 de desnivel; ¡subiríamos casi el doble!) Paciencia y tranquilidad,
que esto no ha hecho más que empezar.
Torre. Cumbre a 1986 metros.
Por fin corono, empiezo a bajar y… tengo que bajar a menos
de veinte por hora, debido al viento que hacía. Pego dos o tres bandazos que
casi me llevan al suelo. Casi tres horas subiendo para bajar parado.
Dejamos la carretera y empezamos con una bajada con el
terreno muy suelto, que hago a pie. Menos mal que no me ve nadie. Cada día bajo
peor. Sigo con mucha calma, solo, como siempre. Llegamos a un paso de un pueblo
(Vide), en el que veo a mi mujer, que ha parado allí, aunque no puede darme
nada ni ayudarme en nada, al no ser un pit-stop. Pero me da lo mejor que te
pueden dar en estas carreras tan largas: ánimo y un beso.
Vide
Abandono el pueblo y empiezo la segunda subida. Según Josué,
es la más dura de la carrera. Nada más empezar ya meto plato pequeño, cosa rara
en mí, que suelo usarlo poco. Si la primera subida era interminable, esta era
eterna. O por lo menos, eso se me hizo a mí. Dos horas de plato pequeño, 1000
metros ganados de altitud de una vez. A diferencia de la primera, esta además
tenía zonas algo técnicas, con piedras, que algo nos estorbaban a los torpes. A
poco del final, ya me bajé de la bici. Empujé un poco, por hartura ya de tanto
plato pequeño. Aproveché para ir comiendo una barrita mientras empujaba un
minutillo.
Por fin corono. Una zona de subidas y bajadas por los
primeros aerogeneradores del día, me llevarán a otra bajada que conduce a un pueblo
(Covanca). No hay nada que hacer en él (no hay parada, ni nada) y lo paso de
largo. Hemos bajado a 825 m. Empieza una subida de carretera, pestosilla.
Bastante larga, tiene una pendiente constante y
se hace muy pestosa. Cuando parece que va a acabar, veo un pick-up que
baja por una pista. Viene del pico más alto que hay alrededor (sí, donde han
colocado un aerogenerador). Lo que me temía se cumple. Es el coche de Pedro y
por ahí tendré que subir. Sigo subiendo, eso no se acaba nunca. Un poco antes
de coronar, Pedro (Farinha, de la organización), me ofrece agua. Yo, muy listo,
le digo que tengo (y de hecho, tenía), que no me hace falta. Llevo un bidón de
medio litro (no me cabe más en la bici; desventajas de ser un retaco y usar
talla pequeña) y un camel de litro y medio. A los quince segundos de irse, pego
un trago al camel y me lo acabo. El bidón, en el que llevo isotónica o
carbohidratos, está fulminado, también. Me quedan unos treinta kilómetros de
sube-baja, por todos los molinos (aerogeneradores) que se pueden encontrar en
la zona. Y cuando digo todos, es todos. No creo que haya más. Llevo siete horas
de carrera, la temperatura ronda los cuarenta grados, estoy en zona sin
arbolado y no tengo agua. ¡Qué más puedo pedir!
Como es de esperar, me deshidrato un poco y tengo un bajón
de rendimiento importante, que hace que algunas subidas “fáciles” (del 12-15%),
haga parte a pie. Tras arrastrarme como un perro, voy avanzando poco a poco,
haciendo lo único que puedo hacer: apagar la cabeza y seguir avanzando.
Pit-Stop de Fajao
Por fin llego al primer Pit-Stop, en Fajao. Muerto es poco.
Llego fundido. Lo único que me hace pensar en seguir es que me he quitado la
parte más dura, en desnivel. Pero siguen quedando 400 kilómetros. El GPS me
marca 92 kilómetros y 9 horas, junto con casi 4000 metros de acumulado. Lo
único que quiero es tumbarme. Me bebo todo lo que puedo (dos Coca-Colas, agua,
isotónica, etc.), como un par de sándwiches y poco más. Me tumbo a echar una
cabezada corta y como era de esperar,
tras las dos Cocas, no me duermo. Empleo 1h20 en la parada. Me recupero
“bastante”. Toca seguir.
Intentando descansar. No tengo esa tripa siempre, es todo lo que bebí.
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