jueves, 22 de noviembre de 2012

Oh meu Deus 2012 Rd3: Covilha-Guincho (parte 2)


Salgo rumbo del segundo Pit-Stop. Ahora toca seguir la cuerda de la Sierra en la que estamos, subiendo y bajando, siguiendo las pistas habilitadas para la ubicación de los distintos parques eólicos que hay instalados. Serán unos cuarenta kilómetros en los que lo que bajamos, lo volvemos a subir, por lo que, cada bajada es un “caramelo envenenado”, porque después viene otra subida.

Esta tendencia se rompe en el kilómetro 117, en el que nuevamente subimos otros seis kilómetros seguidos, una bajadita y otra subida, ésta un poco más corta, pero también con bastante pendiente. Una vez coronado esta cumbre, ya predomina la bajada. Por una vez, no subimos hasta un molino. Esta vez, es hasta las antenas de guiado de barcos (tienen pinta de ser de radar). El caso es que siempre, estamos en el pico más alto.

Seguimos por los molinos, ya de noche. Bajando un poco el ritmo (aún más), con cuidado, que no es plan de arriesgarse a ninguna caída tonta.

En el kilómetro 147, por fin, empezamos a bajar. Será una bajada constante hasta el kilómetro 160, más o menos. Hay zonas con piedras, además de ser de noche, por lo que, no podré aprovechar la bajada para ir rápido.

Desde el  160 al 171, donde está ubicado el segundo Pit-Stop, serán llanos, por lo que, a priori no presentarán más dureza que la inherente al tiempo que llevo en la bici.
 
 
Pit-Stop de Ansiao

Llego al Pit-Stop de Ansiao, llevo 18 horas de carrera. Creo que me merezco un descansito. Como una ensalada de esas preparadas (por cierto, qué mala está) y algo más. Bebo bastante y me echo a dormir un poco. Hay bastantes competidores durmiendo, por lo que, mi plan es dormir muy poco y salir delante de ellos. Parada total: dos horas y media, lo que supone dormir poco más de hora y media. Me pongo en marcha, adelanto a bastantes. La estrategia funciona, por lo menos, hasta ahora. Sigo con mi ritmo “cochinero” y a tirar millas.

Una de las cosas que noto es que, pierdo relativamente la noción del tiempo. No llevo en pantalla el tiempo que llevo y sólo me preocupo de ir de un punto a otro, sin tener consciencia de si tardo seis, siete u ocho horas. Otra de las cosas que sufro, es un ritmo muy lento. Voy muy despacio, no avanzo. Llanear a veinte por hora, cosa normalmente fácil, no me sale fácil. Supongo que será una mezcla del cansancio y de “auto-protección” para no pasarme de ritmo, puesto que, llevo un tercio de carrera.

La primera parte de este segmento, es un sendero, relativamente divertido. Allí voy, a trancas y barrancas, combinando mi, cada vez menor, técnica, con mi cada vez mayor, cansancio. Sólo quedan unas cuatro horas de noche y amanecerá. En este tramo se combinan caminos con pequeñas carreteras locales, que unen poblaciones muy diseminadas. Casi no hay diez casas juntas. Sigue siendo llano, aunque no consigo “aprovechar” la ventaja de la orografía para conseguir ir rápido. Voy despacio y tras cuatro largas horas, llego a Ourém, donde se enclava el tercer Pit-Stop. Llevo un poco más de 24 horas y casi 220 kilómetros. En el anterior Pit-Stop, no hubiera necesitado dormir, aunque por previsión lo hice. En este sí que necesito un descanso. Tras comer, beber y dar alguna vuelta tonta (lo que tiene estar muy cansado), me siento en el coche y echo otra cabezada.

Llegando a Ourém
 


Rui Martins y Luís Gil saliendo del Pit-Stop de Ourem 


Pedro y Josué, grandes tipos. Unos fenómenos.

Hago una parada total de tres horas, de las que duermo, más o menos, la mitad. Gracias a Josué, tengo el track de lo que queda de carrera, metido en el GPS. Los aparatos viejos, tienen estos problemas. Otra vez, la misma operación que hubo que hacer. Partir en veinte “mini-tracks” y volcarlo al viejo (pero fiable) Vista. Otra vez me pongo en marcha. Esta parte ya no va a ser llana. Además, tras 27 horas de carrera, cualquier subida duele mucho.

Salgo con mi calma habitual. Uno de los primeros puntos por los que paso es Fátima. Aunque soy poco (más bien, nada) creyente, me picaba la curiosidad de ver, un sitio de peregrinaje de esta fama. Obviamente, ni paro ni nada, pero según voy pasado por las calles de la ciudad, me voy fijando y me sorprendo de la cantidad de gente que mueve. Muchos aparcamientos llenos, muchísima gente, autobuses, coches, autocaravanas,… de todo.

Una de las dudas que tenía al salir era, si ir de corto o de largo. Temprano, hacía fresquito, pero prefiero pasar un poco de frío al principio y salir de corto. Según va avanzando la mañana, empieza a hacer más y más calor. Menos mal que no he ido de largo.

Empiezo a tener problemas con el agua (me falta, obviamente), solventándolo parcialmente con las fuentes que voy viendo. En una de ellas, me paro diez minutos a comer un sándwich, cobijándome en una marquesina de autobús. Pega el sol fuerte, nos acercamos a los cuarenta grados otra vez.

Otra de las fuentes esta ubicada en una zona llamada Pia de Urso (o algo así). Es un complejo dedicado al ciclismo, con unas instalaciones que cuentan con duchas, aparcamiento para bicis, consignas,… Incluso pude ver en un el cartel de una terraza, un menú Biker. Pensando que me queda poco para llegar al siguiente PS, no paro.

Seguimos hasta Porto de Mós. Aunque suene marítimo, estamos lejos del mar, todavía. Sólo queda una subida y después bajada hasta el Pit-Stop. ¡Y un cuerno! La subida, no acaba nunca. Empezamos suavecito, por la llamada Eco-Vía (más o menos, como una Vía Verde, para entendernos). Va subiendo poco a poco sin descanso, igual que la temperatura. Me queda otra vez poco agua. El mismo error que ayer, aunque esta vez, tuve “menos culpa”. Cuando acaba la Eco-Vía, una pista continúa la ascensión, pero con más pendiente. Ya parece que estamos coronando.

De la pista, sale un sendero con bastantes piedras y más pendiente. Desmonto en algunos tramos. Estoy muy torpe. Tras no-sé-cuantos tramos, corono. Me imagino ya descansando, comiendo, como los que van por el desierto y se imaginan un oasis. Pues… ¡otro cuerno!  Ahora toca ir por la cuerda de la cumbre, uniendo molinos. Otro rato así. Esto no se acaba nunca.

Empiezo a bajar por fin. Voy por un sendero entre matorrales y me hago un “recto”. No es que pase de frenada pero, sigo recto al no ver el desvío que me sacaría del sendero para ir a la pista de nuevo. Doy la vuelta, veo una rama saltar de la rueda y… pedalada en vacío. Miro y… no puede ser verdad. He arrancado la puntera. No llevo repuesto encima. Lo tengo en la caja de herramientas que tengo en el coche. Desmonto el cambio y quito la cadena (no quiero cortarla, porque después la tendré que empalmar otra vez y quedará débil en ese punto, posiblemente). Sólo queda empujar.

Sé que estoy muy cerca, por lo que, decido llamar a mi mujer, para que pregunte si lo que queda es bajada o si hay subidas. Si me viene a buscar y me da asistencia, me penalizan con dos horas (al ser fuera de un Pit-Stop), por lo que, tengo que valorar si el tiempo que perderé en llegar por mis medios, es mayor o menor que esas dos horas. Estaba en lo cierto y sólo queda bajada. Hay un pequeño tramo de carretera, en el que me lanzo y me paso el desvío. Me doy la vuelta y a empujar. Sigo por los caminos, ya cercanos al Pit-Stop, impulsándome con la pierna, como si fuese un monopatín.

A las seis y media de la tarde, llego al cuarto Pit-Stop, en Rio Maior. Son ya 36 horas de carrera y nueve horas en hacer este tramo. Aquí llega el momento más importante, para mí, de la carrera. A este ritmo tan lento, es posible que no llegue. Me quedan 30 horas para hacer unos 170 kilómetros. Así escrito, queda fácil, pero tras 36 horas (300 kilómetros), no es tan fácil. Tengo que hacer lo que queda casi del tirón, no puedo descansar más que lo que pare ahora. Por otro lado, tampoco quiero “retirarme” a las 60 horas. Prefiero hacerlo ahora, me ahorro muchas horas de penurias. Con esto en la cabeza, me tumbo, tras comerme tres hamburguesas (“prefabricadas”,  pero es lo primero que como caliente desde el jueves y ya estamos entrando en la noche del sábado al domingo). Además, tengo que arreglar la bici. Cambiar puntera, cable y ajustar todo. Antes de tumbarme, me doy una ducha fría. Los que me conocen, saben de mi aversión por el agua fría, por lo que, es fácil imaginarse que la ducha es bastante “somera”. Aprovecho para cambiarme de coulotte. Por muy Assos que sea, 36 horas son muchas.
 
Pit-Stop de Rio Maior 


Llegando a Rio Maior

No me duermo más de media hora (en realidad, creo que no llegué ni a dormirme). Algo más descansado, procedo a reparar la bici. Se está haciendo de noche. Sé que me la juego, si la noche me vence y tengo que parar a descansar, no llegaré. Hacer la segunda noche en blanco, es algo nuevo para mí; nunca he hecho una carrera en la que no tenga que dormir dos noches.

 

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