Una de las carreras por etapas más conocidas es, sin duda, la Milenio Titan Desert by Gaes. Con una fuerte y experimentada organización detrás, participar en ella es sinónimo de disfrutar, cualquiera que sea tu objetivo.
Esto hace que, la inscripciones se suelan acabar antes de llegar a la fecha límite. Una buena oportunidad de participar en tan importante carrera, a la vez que se disfruta de un buen descuento, es formalizar la inscripción antes del 1 de diciembre.
El precio de la inscripción antes del 1 de diciembre es de 1695€ y después, 1995€, por lo que, el ahorro es importante.
Foto: Titan Desert-RPM
miércoles, 28 de noviembre de 2012
lunes, 26 de noviembre de 2012
Oh meu Deus 2012 Rd3: Covilha-Guincho (parte 4)
Me cuesta un montón salir porque, en el GPS se me
superponen (en el mismo color) el track de la carrera, el tracklog y que salgo
en sentido contrario, con lo que se me juntan líneas en todas direcciones del
mismo lugar y no consigo ver cuál es la correcta. Pierdo unos minutillos y doy
con la buena. Buenas subidas y seguimos con los aerogeneradores. Estos son
españoles, de la empresa Gamesa. Me trae recuerdos de cuando estudiaba y me
hablaban de esta empresa, que empezaba en el sector (energía), diversificando
su mercado (no dedicándose sólo a temas aeronáuticos; aunque las palas sean
aeronáutica pura). En lo que se entretiene uno.
Empiezo a sentir molestias fuertes en la rodilla. Además, el culo empiezo a tenerlo como el de un mandril. Llevo más de 50 horas, no me sorprende, pero tampoco me agrada. Dos errores (carreteras o caminos del mismo color que el track) hacen que me cojan con más facilidad los tres que venían persiguiéndome (Rui Martins, Luís Gil y Vítor Campos). Andan un montón más que yo, pero voy a su altura, a base de no descansar. Van más rápido, pero paran un poco más.
En este tramo encuentro dos cosas curiosas. Un pedazo de subida bestial, de pista, por el que subieron dos coches, pie a fondo, porque si se paraban, dudo que arrancasen. Hice un tramo a pie, como es obvio. Pero lo malo, no era que al subir, había un aerogenerador, sino que, al pasarlo, seguías subiendo. Lo que no es sorpresa es dónde acababa: en unas antenas. La otra cosa que me sorprendió de este sector, fue una parte un poco antes del final, en la que íbamos bordeando un río, con árboles tan frondosos que era como un túnel. No entraba casi la luz.
Acabo este tramo y llego al PS6, Negrais. Descanso un poco y como un bocadillo de Leitao (lechón o cochinillo) que me sabe a gloria. Al poco de llegar, se van los tres que me acaban de pasar. Venía con la intención de luchar por adelantarles (de ilusión también se vive) pero las pérdidas del tramo anterior hacen que ya no sea posible. Tendría que haber llegado antes que ellos. Esto hace que me lo tome con un poco más de calma. Me tumbo en un banco y duermo unos veinte minutos.
Salgo del PS6. Ahora “sé” que voy a llegar como sea. Tengo tiempo, aunque tampoco demasiado, en el estado que voy. La rodilla me duele una barbaridad. Sólo puedo pedalear sentado y con el pedal suelto (no sé el motivo, pero era como mejor iba). No hubiese sido mayor problema, si no fuera porque me duele, también, tanto el culo que no me puedo sentar más de diez segundos. Conclusión: acabo haciendo las subiditas a pie. Cuanto más avanzaba el tramo, más rabia me daba. Era el que mejor se adaptaba a mis cualidades. Por la zona donde monto, no hay subidas largas y he comprobado en esta carrera que mi talón de Aquiles son los esfuerzos muy largos (habrá que trabajarlo para el año que viene). Este tramo era el de las subidas más parecidas a las que hago yo cuando entreno, de quince o veinte minutos como mucho (no de casi tres horas, como las de la primera parte). Me harto a patear y me coge Helder Carvalho. Es el único que venía por detrás de mí. Un tío curtido en bastantes batallas (Titan, Cape Epic,…), que ha decidido plantear la carrera “apurando” el tiempo máximo, yendo más rápido pero, en los Pit-Stops, se va a un restaurante y se mete una comida de aúpa. Se le ve que anda un montón pero, ha decidido tomarse esta carrera con tranquilidad. Me acompaña hasta el final. Aunque suene a coña, estas dos o tres horas es el mayor tiempo que he ido acompañado en una carrera (y eso que llevo casi veinte de 24 horas). Se agradece ir hablando con alguien, vas más distraído y se te hace el camino más ameno. Un verdadero crack. Espero verle en más ocasiones.
Nos vamos acercando al final. El ansiado final. Ese que parecía imposible de alcanzar en marzo, más imposible aun, hace treinta horas, pero que, con valor y cabeza, llegó. Últimos tramos cerca de la playa, con alguna zona a pie para no coger ni el más mínimo riesgo. Llevamos un rato “oliendo a mar” y por fin, un pequeño tramo de carril-bici hasta el cámping y llegamos. 62 horas después de salir, me espera mi mujer, que se ha pegado una paliza de órdago, Paulo, Josué, el resto de Horizontes (no los nombro, no vaya a dejarme alguno y sea peor; ellos saben quienes son y lo mucho que nos han ayudado a todos durante la carrera). Alucino, ¡he llegado! Alguna foto, llamada por teléfono para tranquilizar y contar un poco la batallita y empezar a pensar en lo que he hecho.
Empiezo a sentir molestias fuertes en la rodilla. Además, el culo empiezo a tenerlo como el de un mandril. Llevo más de 50 horas, no me sorprende, pero tampoco me agrada. Dos errores (carreteras o caminos del mismo color que el track) hacen que me cojan con más facilidad los tres que venían persiguiéndome (Rui Martins, Luís Gil y Vítor Campos). Andan un montón más que yo, pero voy a su altura, a base de no descansar. Van más rápido, pero paran un poco más.
En este tramo encuentro dos cosas curiosas. Un pedazo de subida bestial, de pista, por el que subieron dos coches, pie a fondo, porque si se paraban, dudo que arrancasen. Hice un tramo a pie, como es obvio. Pero lo malo, no era que al subir, había un aerogenerador, sino que, al pasarlo, seguías subiendo. Lo que no es sorpresa es dónde acababa: en unas antenas. La otra cosa que me sorprendió de este sector, fue una parte un poco antes del final, en la que íbamos bordeando un río, con árboles tan frondosos que era como un túnel. No entraba casi la luz.
Pit-Stop de Negrais
Acabo este tramo y llego al PS6, Negrais. Descanso un poco y como un bocadillo de Leitao (lechón o cochinillo) que me sabe a gloria. Al poco de llegar, se van los tres que me acaban de pasar. Venía con la intención de luchar por adelantarles (de ilusión también se vive) pero las pérdidas del tramo anterior hacen que ya no sea posible. Tendría que haber llegado antes que ellos. Esto hace que me lo tome con un poco más de calma. Me tumbo en un banco y duermo unos veinte minutos.
Salgo del PS6. Ahora “sé” que voy a llegar como sea. Tengo tiempo, aunque tampoco demasiado, en el estado que voy. La rodilla me duele una barbaridad. Sólo puedo pedalear sentado y con el pedal suelto (no sé el motivo, pero era como mejor iba). No hubiese sido mayor problema, si no fuera porque me duele, también, tanto el culo que no me puedo sentar más de diez segundos. Conclusión: acabo haciendo las subiditas a pie. Cuanto más avanzaba el tramo, más rabia me daba. Era el que mejor se adaptaba a mis cualidades. Por la zona donde monto, no hay subidas largas y he comprobado en esta carrera que mi talón de Aquiles son los esfuerzos muy largos (habrá que trabajarlo para el año que viene). Este tramo era el de las subidas más parecidas a las que hago yo cuando entreno, de quince o veinte minutos como mucho (no de casi tres horas, como las de la primera parte). Me harto a patear y me coge Helder Carvalho. Es el único que venía por detrás de mí. Un tío curtido en bastantes batallas (Titan, Cape Epic,…), que ha decidido plantear la carrera “apurando” el tiempo máximo, yendo más rápido pero, en los Pit-Stops, se va a un restaurante y se mete una comida de aúpa. Se le ve que anda un montón pero, ha decidido tomarse esta carrera con tranquilidad. Me acompaña hasta el final. Aunque suene a coña, estas dos o tres horas es el mayor tiempo que he ido acompañado en una carrera (y eso que llevo casi veinte de 24 horas). Se agradece ir hablando con alguien, vas más distraído y se te hace el camino más ameno. Un verdadero crack. Espero verle en más ocasiones.
Playa de Guincho
Nos vamos acercando al final. El ansiado final. Ese que parecía imposible de alcanzar en marzo, más imposible aun, hace treinta horas, pero que, con valor y cabeza, llegó. Últimos tramos cerca de la playa, con alguna zona a pie para no coger ni el más mínimo riesgo. Llevamos un rato “oliendo a mar” y por fin, un pequeño tramo de carril-bici hasta el cámping y llegamos. 62 horas después de salir, me espera mi mujer, que se ha pegado una paliza de órdago, Paulo, Josué, el resto de Horizontes (no los nombro, no vaya a dejarme alguno y sea peor; ellos saben quienes son y lo mucho que nos han ayudado a todos durante la carrera). Alucino, ¡he llegado! Alguna foto, llamada por teléfono para tranquilizar y contar un poco la batallita y empezar a pensar en lo que he hecho.
Llegada. ¡Por fin!
Somos Finishers 2012
Gracias, Paulo y Josué (y todo Horizontes y colaboradores), por todo
Me ducho y nos vamos a cenar con todo el equipo de
Horizontes. Me pongo “como el quico”. Tengo algún momento complicado, porque
empiezo a tener unos mareos un poco “raros” (porque no los he tenido nunca; no
porque no sea lógico tenerlos después de la locura que acabo de terminar). Nos
quedamos a dormir en el cámping y nos levantamos no muy tarde, para volver a
casa. Es lunes y por la noche entro a trabajar. Va a ser duro, porque no me
puedo ni sentar. Me duele todo, sobre todo el culo pero, no por irritación (que
también) sino muscularmente, lo que me hace muy doloroso, incluso estar
sentado. La recuperación será “lenta” y larga, pero la temporada ha terminado y
hay tiempo para recuperar.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Oh meu Deus 2012 Rd3: Covilha-Guincho (parte 3)
Arreglo y según se está haciendo de noche, salgo rumbo al
PS5. Va a ser una noche dura. Mi mujer se empeña en verme en puntos
intermedios. Yo le aconsejo que duerma, que me viene mejor y que si no descansa
podría tener un accidente. No me hace caso. Voy a mi tran-trán, avanzando
despacito, por bosques de eucaliptos. De noche, pillo bosques y de día he ido
por las zonas más desarboladas. Por lo que voy viendo, más bien oyendo, estos
bosques son fuente interminable de ruidos, crujidos, sombras, etc., que pueden
hacer que veas lo que hay y… lo que no hay. No soy especialmente valiente, pero
tampoco muy miedoso. Alguien un poco miedoso no sé cómo saldría de allí.
Cuando llevo unos treinta kilómetros, desde el PS4, me llama
mi mujer, cagada de miedo y me dice que está esperando en un pueblecillo, con
mucha niebla y es lo más parecido a la película “El proyecto de la bruja de
Blair”. Le digo que se vaya al PS5, que yo no tengo nada de niebla y que esté
tranquila. Me dice que lo deje, que está muy peligroso, que tenemos hijos,… Usa
todo el arsenal de razones para que lo deje. Le digo que no se preocupe, que sé
lo que hago y no voy a correr riesgos absurdos. El único problema es, que el
tracker (el aparato que manda mi posición en todo momento para seguimiento en
tiempo real) no funciona porque se ha quedado sin pilas. Esto significa que
nadie va a saber dónde estoy, lo que supone un poco más de presión para mí, que
tampoco sé por donde ando. Lo que no sé es que estoy a punto de pasar la noche
más épica de mi vida. No le miento cuando digo que no hay niebla (aunque es
cierto que si tuviese niebla, no se lo diría). Al minuto de colgar, me meto en
un banco de niebla bestial. No veo nada, cada vez menos. Cojo un subidón de un
25% por lo menos. Obviamente, empujo como un campeón. Me sigo metiendo en la
niebla. Cruzo bosques, telas de araña (con araña talla XL incluida), curvas,
más curvas, subidas, más subidas. Si me preguntasen, diría que he pasado por el
mismo lugar veinte veces, todo me parece igual. Bendito GPS, que me indica por
dónde tengo que ir.
Llego al pueblo dónde estuvo mi mujer (Montejunto). La
verdad es que no exageraba, parece un pueblo fantasma. Veo una fuente y bebo.
Hay un viento tremendo, tanto que, al pasar por debajo de los árboles parece
que está diluviando, al caer el agua depositada en las hojas (por la humedad de
la niebla) agitadas por el viento. Para seguir el pequeño tramo de carretera,
me tengo que poner en el centro y seguir la línea que divide los carriles. No
veo nada; tengo muchos problemas para encontrar un sendero que sale de la
carretera, casi paralelo y no soy capaz de verlo. Lo encuentro, sigo subiendo.
Corono, por fin y veo una pared a mi izquierda. Tiene pinta
de ser muy alta. Alumbro con la luz de la bici y es la pared de un castillo
(viendo en Google Earth, creo que es un Convento). Impresionante la escena.
Niebla cerradísima, mucho viento, un colgado en bici que no sabe ni dónde está.
Avanzo poco a poco, veo una reja… es la entrada a una mazmorra. Sólo falta que
aparezca un jorobado entre la niebla y allí me quedo muerto del susto. Al
final, la mazmorra parece ser una tienda o un local de información del castillo
(sin dejar de ser originalmente una mazmorra).
Empiezo a bajar. Está muy peligroso. Piedra suelta, sendero
entre matorrales (de los que te arañan y enganchan el manillar), viento que
impide mantener el equilibrio,… Todo hace que baje a pie (aun así, con muchas
dificultades). Recibo una llamada de teléfono. Resulta ser Paulo (el
organizador) que quiere saber si “estoy vivo”. Sabe que estoy en la zona más
peligrosa de la carrera, las condiciones climatológicas son muy adversas y no
llevo tracker. Después supe que nadie hizo ese tramo de noche. Posiblemente,
nadie esté tan loco para hacerlo (ni yo tampoco, a poco que hubiese sabido lo
que iba a ser).
Acabo la bajada y empiezo a bordear colinas. Por caminos
casi paralelos a las curvas de nivel, casi llanos y que van por el borde de la
montaña. Menudas caídas había. Eso sí que me daba respeto, iba pegadito a la
pared. Voy avanzando un poco más rápido que hasta ahora, dado que la orografía
me es más favorable y aunque sigue habiendo niebla, no es tan cerrada.
Voy entre aerogeneradores y molinos (de los de toda la vida,
de los de Don Quijote). Pienso mucho en el famoso hidalgo. Le veo paralelismo.
Un español, en su montura, más zumbado que las maracas de Machín y que sólo ve
(y oye) molinos. Cuanto menos, es curioso. Por la noche, sin ruidos, te das
cuenta del tremendo ruido que hacen los aerogeneradores al batir las palas.
También impresiona como se ilumina el cielo (por efecto de la niebla), al
parpadear las luces de señalización que llevan. Cuando esta luz es blanca,
parecían relámpagos y cuando era roja, el cielo parecía “ensangrentado”.
Seguía yo por esos caminos de Dios, cuando decido parar a
comer algo. Serán las cuatro de la mañana y llevo ya unas seis horas del tirón.
Hora de un sándwich de nocilla, con el que llevo varias horas soñando en
hincarle el diente. Es lo único sólido que llevo y lo dosifico para que sea
pasada la mitad del tramo. Si me lo tomo muy pronto, se me hace muy largo hasta
que vuelva a comer.
Me paro con tranquilidad, sabiendo que lo peor ha pasado y
que, de momento, no me entra sueño. Estoy en las afueras de un pueblo y me
pongo debajo de una farola. Abro el sándwich y se me cae el alma al suelo.
Llevo esperando mucho este momento y está lleno de moho. Lo miro, lo remiro y… ¡qué
le den a todo! Me lo como igual. Según voy a morderlo, tengo la brillante idea
de encender el frontal y verlo con luz blanca. Resulta ser la propia nocilla
que, al ir el sándwich arrugado, se transparenta y con la luz amarilla de la
farola, parecía moho. Aun así me lo iba a comer. Curiosas decisiones, las que
tomamos cuando estamos más “pallá” que “pacá”. Repuestas las energías, retomo
la marcha.
El PS5 está en Torres Vedras y quiero llegar antes de que amanezca.
Unas cuantas subidas bastante “irracionales”, hacen que no consiga llegar
cuando espero. Llego al poco de amanecer, para alegría de mi mujer que, aunque
muy cansada, sigue al pie del cañón. Como, bebo y… decido irme. Los que están
en ese punto durmiendo (se empiezan a levantar, en ese momento), flipan un
poco. Yo, por contra, no lo veo tan raro. Llego relativamente bien y puedo
seguir. Si me acuesto, no sé cómo me voy a levantar. No quiero arriesgar. Sé
que ahora estoy bien, no necesito saber más. Además, el tramo entre el PS5 y el
PS6 es el más corto, aunque sea bastante duro (43 kilómetros y 1800 m. D+). Paro
como una hora más o menos.
jueves, 22 de noviembre de 2012
Oh meu Deus 2012 Rd3: Covilha-Guincho (parte 2)
Salgo rumbo del segundo Pit-Stop. Ahora toca seguir la
cuerda de la Sierra en la que estamos, subiendo y bajando, siguiendo las pistas
habilitadas para la ubicación de los distintos parques eólicos que hay
instalados. Serán unos cuarenta kilómetros en los que lo que bajamos, lo
volvemos a subir, por lo que, cada bajada es un “caramelo envenenado”, porque
después viene otra subida.
Esta tendencia se rompe en el kilómetro 117, en el que nuevamente
subimos otros seis kilómetros seguidos, una bajadita y otra subida, ésta un
poco más corta, pero también con bastante pendiente. Una vez coronado esta
cumbre, ya predomina la bajada. Por una vez, no subimos hasta un molino. Esta
vez, es hasta las antenas de guiado de barcos (tienen pinta de ser de radar).
El caso es que siempre, estamos en el pico más alto.
Seguimos por los molinos, ya de noche. Bajando un poco el
ritmo (aún más), con cuidado, que no es plan de arriesgarse a ninguna caída
tonta.
En el kilómetro 147, por fin, empezamos a bajar. Será una
bajada constante hasta el kilómetro 160, más o menos. Hay zonas con piedras,
además de ser de noche, por lo que, no podré aprovechar la bajada para ir
rápido.
Desde el 160 al 171,
donde está ubicado el segundo Pit-Stop, serán llanos, por lo que, a priori no
presentarán más dureza que la inherente al tiempo que llevo en la bici.
Pit-Stop de Ansiao
Llego al Pit-Stop de Ansiao, llevo 18 horas de carrera. Creo
que me merezco un descansito. Como una ensalada de esas preparadas (por cierto,
qué mala está) y algo más. Bebo bastante y me echo a dormir un poco. Hay
bastantes competidores durmiendo, por lo que, mi plan es dormir muy poco y
salir delante de ellos. Parada total: dos horas y media, lo que supone dormir
poco más de hora y media. Me pongo en marcha, adelanto a bastantes. La
estrategia funciona, por lo menos, hasta ahora. Sigo con mi ritmo “cochinero” y
a tirar millas.
Una de las cosas que noto es que, pierdo relativamente la
noción del tiempo. No llevo en pantalla el tiempo que llevo y sólo me preocupo
de ir de un punto a otro, sin tener consciencia de si tardo seis, siete u ocho
horas. Otra de las cosas que sufro, es un ritmo muy lento. Voy muy despacio, no
avanzo. Llanear a veinte por hora, cosa normalmente fácil, no me sale fácil.
Supongo que será una mezcla del cansancio y de “auto-protección” para no
pasarme de ritmo, puesto que, llevo un tercio de carrera.
La primera parte de este segmento, es un sendero,
relativamente divertido. Allí voy, a trancas y barrancas, combinando mi, cada
vez menor, técnica, con mi cada vez mayor, cansancio. Sólo quedan unas cuatro
horas de noche y amanecerá. En este tramo se combinan caminos con pequeñas
carreteras locales, que unen poblaciones muy diseminadas. Casi no hay diez
casas juntas. Sigue siendo llano, aunque no consigo “aprovechar” la ventaja de
la orografía para conseguir ir rápido. Voy despacio y tras cuatro largas horas,
llego a Ourém, donde se enclava el tercer Pit-Stop. Llevo un poco más de 24
horas y casi 220 kilómetros. En el anterior Pit-Stop, no hubiera necesitado
dormir, aunque por previsión lo hice. En este sí que necesito un descanso. Tras
comer, beber y dar alguna vuelta tonta (lo que tiene estar muy cansado), me
siento en el coche y echo otra cabezada.
Llegando a Ourém
Rui Martins y Luís Gil saliendo del Pit-Stop de Ourem
Pedro y Josué, grandes tipos. Unos fenómenos.
Hago una parada total de tres horas, de las que duermo, más
o menos, la mitad. Gracias a Josué, tengo el track de lo que queda de carrera,
metido en el GPS. Los aparatos viejos, tienen estos problemas. Otra vez, la
misma operación que hubo que hacer. Partir en veinte “mini-tracks” y volcarlo
al viejo (pero fiable) Vista. Otra vez me pongo en marcha. Esta parte ya no va
a ser llana. Además, tras 27 horas de carrera, cualquier subida duele mucho.
Salgo con mi calma habitual. Uno de los primeros puntos por
los que paso es Fátima. Aunque soy poco (más bien, nada) creyente, me picaba la
curiosidad de ver, un sitio de peregrinaje de esta fama. Obviamente, ni paro ni
nada, pero según voy pasado por las calles de la ciudad, me voy fijando y me
sorprendo de la cantidad de gente que mueve. Muchos aparcamientos llenos,
muchísima gente, autobuses, coches, autocaravanas,… de todo.
Una de las dudas que tenía al salir era, si ir de corto o de
largo. Temprano, hacía fresquito, pero prefiero pasar un poco de frío al
principio y salir de corto. Según va avanzando la mañana, empieza a hacer más y
más calor. Menos mal que no he ido de largo.
Empiezo a tener problemas con el agua (me falta,
obviamente), solventándolo parcialmente con las fuentes que voy viendo. En una
de ellas, me paro diez minutos a comer un sándwich, cobijándome en una
marquesina de autobús. Pega el sol fuerte, nos acercamos a los cuarenta grados
otra vez.
Otra de las fuentes esta ubicada en una zona llamada Pia de
Urso (o algo así). Es un complejo dedicado al ciclismo, con unas instalaciones
que cuentan con duchas, aparcamiento para bicis, consignas,… Incluso pude ver
en un el cartel de una terraza, un menú Biker. Pensando que me queda poco para
llegar al siguiente PS, no paro.
Seguimos hasta Porto de Mós. Aunque suene marítimo, estamos
lejos del mar, todavía. Sólo queda una subida y después bajada hasta el Pit-Stop.
¡Y un cuerno! La subida, no acaba nunca. Empezamos suavecito, por la llamada
Eco-Vía (más o menos, como una Vía Verde, para entendernos). Va subiendo poco a
poco sin descanso, igual que la temperatura. Me queda otra vez poco agua. El
mismo error que ayer, aunque esta vez, tuve “menos culpa”. Cuando acaba la
Eco-Vía, una pista continúa la ascensión, pero con más pendiente. Ya parece que
estamos coronando.
De la pista, sale un sendero con bastantes piedras y más
pendiente. Desmonto en algunos tramos. Estoy muy torpe. Tras no-sé-cuantos
tramos, corono. Me imagino ya descansando, comiendo, como los que van por el
desierto y se imaginan un oasis. Pues… ¡otro cuerno! Ahora toca ir por la cuerda de la cumbre,
uniendo molinos. Otro rato así. Esto no se acaba nunca.
Empiezo a bajar por fin. Voy por un sendero entre matorrales
y me hago un “recto”. No es que pase de frenada pero, sigo recto al no ver el
desvío que me sacaría del sendero para ir a la pista de nuevo. Doy la vuelta,
veo una rama saltar de la rueda y… pedalada en vacío. Miro y… no puede ser
verdad. He arrancado la puntera. No llevo repuesto encima. Lo tengo en la caja
de herramientas que tengo en el coche. Desmonto el cambio y quito la cadena (no
quiero cortarla, porque después la tendré que empalmar otra vez y quedará débil
en ese punto, posiblemente). Sólo queda empujar.
Sé que estoy muy cerca, por lo que, decido llamar a mi
mujer, para que pregunte si lo que queda es bajada o si hay subidas. Si me
viene a buscar y me da asistencia, me penalizan con dos horas (al ser fuera de
un Pit-Stop), por lo que, tengo que valorar si el tiempo que perderé en llegar
por mis medios, es mayor o menor que esas dos horas. Estaba en lo cierto y sólo
queda bajada. Hay un pequeño tramo de carretera, en el que me lanzo y me paso
el desvío. Me doy la vuelta y a empujar. Sigo por los caminos, ya cercanos al Pit-Stop,
impulsándome con la pierna, como si fuese un monopatín.
A las seis y media de la tarde, llego al cuarto Pit-Stop, en
Rio Maior. Son ya 36 horas de carrera y nueve horas en hacer este tramo. Aquí
llega el momento más importante, para mí, de la carrera. A este ritmo tan
lento, es posible que no llegue. Me quedan 30 horas para hacer unos 170
kilómetros. Así escrito, queda fácil, pero tras 36 horas (300 kilómetros), no
es tan fácil. Tengo que hacer lo que queda casi del tirón, no puedo descansar
más que lo que pare ahora. Por otro lado, tampoco quiero “retirarme” a las 60
horas. Prefiero hacerlo ahora, me ahorro muchas horas de penurias. Con esto en
la cabeza, me tumbo, tras comerme tres hamburguesas (“prefabricadas”, pero es lo primero que como caliente desde el
jueves y ya estamos entrando en la noche del sábado al domingo). Además, tengo
que arreglar la bici. Cambiar puntera, cable y ajustar todo. Antes de tumbarme,
me doy una ducha fría. Los que me conocen, saben de mi aversión por el agua
fría, por lo que, es fácil imaginarse que la ducha es bastante “somera”.
Aprovecho para cambiarme de coulotte. Por muy Assos que sea, 36 horas son
muchas.
Pit-Stop de Rio Maior
Llegando a Rio Maior
No me duermo más de media hora (en realidad, creo que no
llegué ni a dormirme). Algo más descansado, procedo a reparar la bici. Se está
haciendo de noche. Sé que me la juego, si la noche me vence y tengo que parar a
descansar, no llegaré. Hacer la segunda noche en blanco, es algo nuevo para mí;
nunca he hecho una carrera en la que no tenga que dormir dos noches.
martes, 20 de noviembre de 2012
Oh meu Deus 2012 Rd3: Covilhá-Guincho (parte 1)
Tras una pequeña reorganización de mis medios tecnológicos y del tiempo de que dispongo, voy a intentar retomar la página web.
Retomo la actividad con la crónica de la carrera más grande que conozco. Tuve la suerte de participar en ella este verano. El resto lo cuento en las siguientes entradas. Como es obvio, si la carrera es larga, la crónica debe ser larga, por lo que, la voy a dividir en varias entradas. Os dejo con la primera de ellas.
Retomo la actividad con la crónica de la carrera más grande que conozco. Tuve la suerte de participar en ella este verano. El resto lo cuento en las siguientes entradas. Como es obvio, si la carrera es larga, la crónica debe ser larga, por lo que, la voy a dividir en varias entradas. Os dejo con la primera de ellas.
Tras una temporada bastante satisfactoria a nivel de
resultados (victoria en la primera carrera y segundo puesto en la General del
Open de Portugal de 24 horas), el cierre se presentaba como un reto de mucha
dificultad. Nada más y nada menos, que 500 kilómetros en una etapa, con un
desnivel positivo de 13000 metros (peor que los 500 km. en sí) y un tiempo
máximo de 66 horas. Estoy “acostumbrado” a carreras largas, a pasar la noche
entera pedaleando, pero en este caso
iban a ser dos noches completas (y los dos días, claro), en el mejor de los
cálculos.
El recorrido partía de Covilha (para simplificar, cerca de
Salamanca) y finalizaba en la playa de Guincho, en Cascais, al lado de Lisboa.
473 kilómetros, del tirón, en los que el
GPS iba a ser nuestro aliado, puesto que, el circuito no estaba marcado y se
seguía con el track metido en el “aparatito del demonio”.
En un verano en el que he entrenado con relativa normalidad,
salvo una semana que tuve que parar por una rodilla inflamada por una caída y
su consecuente golpe contra la potencia, el fin de fiesta, prometía ser épico.
Por un lado, pensaba que estaba capacitado para hacerlo. Sabía que era una
carrera de “paciencia”, de no cometer excesos, de dosificar. Pero, cualquier
fallo, cansancio fuera de lo “normal”, te pone contra las cuerdas y no tienes
tiempo de recuperar.
Por otro lado, era una carrera totalmente distinta a lo
habitual. Estamos acostumbrados a correr en circuito cerrado, dando vueltas
(baso mi temporada en carreras de 24 horas), por lo que, un recorrido en línea,
tan largo y con seis puntos de asistencia, era también una prueba de fuego,
para mi mujer, que debía conducir el coche de un punto a otro (llamados
“pit-stops”), por sitios totalmente desconocidos y “adelantarse” a mis
necesidades (en las de 24 horas, aviso de lo que quiero con una vuelta de
antelación).
Mi planteamiento era el mismo de siempre: ritmo lento y
muchas horas en la bici, para compensar. Mi miedo era grande, muy grande. Dos
noches, son mucha tela. Lo que sí tenía claro es, que no iba a arriesgar,
haciendo los “pit-stops” muy cortos; descansaría lo que creyese necesario.
Uno de los problemas de estar de vacaciones, es que no
tienes tus medios habituales. Un fallo en el internet del móvil, hizo que
recibiese el track, el mismo día de la carrera (en el viaje), lo que me
impidió, ver el recorrido, el perfil (imprimirlo también), “estudiarlo” un
poco. Tampoco ayudó mi falta de costumbre a la hora de usar el GPS y el
estrenar un nuevo aparato (Edge 800). Tenía previsto llevarlo, junto con el
viejo Vista Cx, que con sus limitaciones en el número de puntos de track, hizo
que, tardásemos mucho tiempo en acabar la labor de meter el track completo
(bueno, en realidad metimos la mitad, partido en veinte “minitracks” de 500
puntos cada uno, para no perder precisión; por cierto, gracias a Pedro Farinha esto fue posible).
Me acosté bastante tarde, sobre la una de la mañana, lo que
no dejaba mucho margen de descanso, porque teníamos que levantarnos antes de
las cinco. Desayuno frugal porque, no han abierto el restaurante del hotel aún,
últimos preparativos y… salen todos, menos yo, que me falta alguna cosilla por
preparar. Obviamente, ni me inmuto, sigo con mis cosas. Ya saldré, tengo el
track, no hay problema. Covilha está a unos 450 metros de altitud y lo primero
que tenemos que hacer es subir por carretera unos 23 kilómetros, tras unos
inicios callejeando, hasta los 1986 metros de cota máxima que tiene esta
subida. Ya nos había avisado Josué Duarte (diseñador del circuito y ganador del
PT Open XCR 24h) que las subidas eran interminables. Él ha hecho el recorrido y
las conoce bien. Tenía toda la razón. Subo cómodo, no hay pendientes excesivas
(no creo que hubiese ningún tramo de más del 18%), empleando 2h45’ en subir, sin
casi descanso. Primer escollo superado. Me acuerdo en todo momento de las
palabras de Josué, indicándonos la dificultad del primer tramo hasta el primer
pit-stop en Fajao, en el que llegaremos con 85 kilómetros y 3800 m. de desnivel
(sirva como referencia que la MadridXtrema del año pasado tenía esa distancia y
unos 2000 de desnivel; ¡subiríamos casi el doble!) Paciencia y tranquilidad,
que esto no ha hecho más que empezar.
Torre. Cumbre a 1986 metros.
Por fin corono, empiezo a bajar y… tengo que bajar a menos
de veinte por hora, debido al viento que hacía. Pego dos o tres bandazos que
casi me llevan al suelo. Casi tres horas subiendo para bajar parado.
Dejamos la carretera y empezamos con una bajada con el
terreno muy suelto, que hago a pie. Menos mal que no me ve nadie. Cada día bajo
peor. Sigo con mucha calma, solo, como siempre. Llegamos a un paso de un pueblo
(Vide), en el que veo a mi mujer, que ha parado allí, aunque no puede darme
nada ni ayudarme en nada, al no ser un pit-stop. Pero me da lo mejor que te
pueden dar en estas carreras tan largas: ánimo y un beso.
Vide
Abandono el pueblo y empiezo la segunda subida. Según Josué,
es la más dura de la carrera. Nada más empezar ya meto plato pequeño, cosa rara
en mí, que suelo usarlo poco. Si la primera subida era interminable, esta era
eterna. O por lo menos, eso se me hizo a mí. Dos horas de plato pequeño, 1000
metros ganados de altitud de una vez. A diferencia de la primera, esta además
tenía zonas algo técnicas, con piedras, que algo nos estorbaban a los torpes. A
poco del final, ya me bajé de la bici. Empujé un poco, por hartura ya de tanto
plato pequeño. Aproveché para ir comiendo una barrita mientras empujaba un
minutillo.
Por fin corono. Una zona de subidas y bajadas por los
primeros aerogeneradores del día, me llevarán a otra bajada que conduce a un pueblo
(Covanca). No hay nada que hacer en él (no hay parada, ni nada) y lo paso de
largo. Hemos bajado a 825 m. Empieza una subida de carretera, pestosilla.
Bastante larga, tiene una pendiente constante y
se hace muy pestosa. Cuando parece que va a acabar, veo un pick-up que
baja por una pista. Viene del pico más alto que hay alrededor (sí, donde han
colocado un aerogenerador). Lo que me temía se cumple. Es el coche de Pedro y
por ahí tendré que subir. Sigo subiendo, eso no se acaba nunca. Un poco antes
de coronar, Pedro (Farinha, de la organización), me ofrece agua. Yo, muy listo,
le digo que tengo (y de hecho, tenía), que no me hace falta. Llevo un bidón de
medio litro (no me cabe más en la bici; desventajas de ser un retaco y usar
talla pequeña) y un camel de litro y medio. A los quince segundos de irse, pego
un trago al camel y me lo acabo. El bidón, en el que llevo isotónica o
carbohidratos, está fulminado, también. Me quedan unos treinta kilómetros de
sube-baja, por todos los molinos (aerogeneradores) que se pueden encontrar en
la zona. Y cuando digo todos, es todos. No creo que haya más. Llevo siete horas
de carrera, la temperatura ronda los cuarenta grados, estoy en zona sin
arbolado y no tengo agua. ¡Qué más puedo pedir!
Como es de esperar, me deshidrato un poco y tengo un bajón
de rendimiento importante, que hace que algunas subidas “fáciles” (del 12-15%),
haga parte a pie. Tras arrastrarme como un perro, voy avanzando poco a poco,
haciendo lo único que puedo hacer: apagar la cabeza y seguir avanzando.
Pit-Stop de Fajao
Por fin llego al primer Pit-Stop, en Fajao. Muerto es poco.
Llego fundido. Lo único que me hace pensar en seguir es que me he quitado la
parte más dura, en desnivel. Pero siguen quedando 400 kilómetros. El GPS me
marca 92 kilómetros y 9 horas, junto con casi 4000 metros de acumulado. Lo
único que quiero es tumbarme. Me bebo todo lo que puedo (dos Coca-Colas, agua,
isotónica, etc.), como un par de sándwiches y poco más. Me tumbo a echar una
cabezada corta y como era de esperar,
tras las dos Cocas, no me duermo. Empleo 1h20 en la parada. Me recupero
“bastante”. Toca seguir.
Intentando descansar. No tengo esa tripa siempre, es todo lo que bebí.
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