Salgo rumbo del segundo Pit-Stop. Ahora toca seguir la
cuerda de la Sierra en la que estamos, subiendo y bajando, siguiendo las pistas
habilitadas para la ubicación de los distintos parques eólicos que hay
instalados. Serán unos cuarenta kilómetros en los que lo que bajamos, lo
volvemos a subir, por lo que, cada bajada es un “caramelo envenenado”, porque
después viene otra subida.
Esta tendencia se rompe en el kilómetro 117, en el que nuevamente
subimos otros seis kilómetros seguidos, una bajadita y otra subida, ésta un
poco más corta, pero también con bastante pendiente. Una vez coronado esta
cumbre, ya predomina la bajada. Por una vez, no subimos hasta un molino. Esta
vez, es hasta las antenas de guiado de barcos (tienen pinta de ser de radar).
El caso es que siempre, estamos en el pico más alto.
Seguimos por los molinos, ya de noche. Bajando un poco el
ritmo (aún más), con cuidado, que no es plan de arriesgarse a ninguna caída
tonta.
En el kilómetro 147, por fin, empezamos a bajar. Será una
bajada constante hasta el kilómetro 160, más o menos. Hay zonas con piedras,
además de ser de noche, por lo que, no podré aprovechar la bajada para ir
rápido.
Desde el 160 al 171,
donde está ubicado el segundo Pit-Stop, serán llanos, por lo que, a priori no
presentarán más dureza que la inherente al tiempo que llevo en la bici.
Pit-Stop de Ansiao
Llego al Pit-Stop de Ansiao, llevo 18 horas de carrera. Creo
que me merezco un descansito. Como una ensalada de esas preparadas (por cierto,
qué mala está) y algo más. Bebo bastante y me echo a dormir un poco. Hay
bastantes competidores durmiendo, por lo que, mi plan es dormir muy poco y
salir delante de ellos. Parada total: dos horas y media, lo que supone dormir
poco más de hora y media. Me pongo en marcha, adelanto a bastantes. La
estrategia funciona, por lo menos, hasta ahora. Sigo con mi ritmo “cochinero” y
a tirar millas.
Una de las cosas que noto es que, pierdo relativamente la
noción del tiempo. No llevo en pantalla el tiempo que llevo y sólo me preocupo
de ir de un punto a otro, sin tener consciencia de si tardo seis, siete u ocho
horas. Otra de las cosas que sufro, es un ritmo muy lento. Voy muy despacio, no
avanzo. Llanear a veinte por hora, cosa normalmente fácil, no me sale fácil.
Supongo que será una mezcla del cansancio y de “auto-protección” para no
pasarme de ritmo, puesto que, llevo un tercio de carrera.
La primera parte de este segmento, es un sendero,
relativamente divertido. Allí voy, a trancas y barrancas, combinando mi, cada
vez menor, técnica, con mi cada vez mayor, cansancio. Sólo quedan unas cuatro
horas de noche y amanecerá. En este tramo se combinan caminos con pequeñas
carreteras locales, que unen poblaciones muy diseminadas. Casi no hay diez
casas juntas. Sigue siendo llano, aunque no consigo “aprovechar” la ventaja de
la orografía para conseguir ir rápido. Voy despacio y tras cuatro largas horas,
llego a Ourém, donde se enclava el tercer Pit-Stop. Llevo un poco más de 24
horas y casi 220 kilómetros. En el anterior Pit-Stop, no hubiera necesitado
dormir, aunque por previsión lo hice. En este sí que necesito un descanso. Tras
comer, beber y dar alguna vuelta tonta (lo que tiene estar muy cansado), me
siento en el coche y echo otra cabezada.
Llegando a Ourém
Rui Martins y Luís Gil saliendo del Pit-Stop de Ourem
Pedro y Josué, grandes tipos. Unos fenómenos.
Hago una parada total de tres horas, de las que duermo, más
o menos, la mitad. Gracias a Josué, tengo el track de lo que queda de carrera,
metido en el GPS. Los aparatos viejos, tienen estos problemas. Otra vez, la
misma operación que hubo que hacer. Partir en veinte “mini-tracks” y volcarlo
al viejo (pero fiable) Vista. Otra vez me pongo en marcha. Esta parte ya no va
a ser llana. Además, tras 27 horas de carrera, cualquier subida duele mucho.
Salgo con mi calma habitual. Uno de los primeros puntos por
los que paso es Fátima. Aunque soy poco (más bien, nada) creyente, me picaba la
curiosidad de ver, un sitio de peregrinaje de esta fama. Obviamente, ni paro ni
nada, pero según voy pasado por las calles de la ciudad, me voy fijando y me
sorprendo de la cantidad de gente que mueve. Muchos aparcamientos llenos,
muchísima gente, autobuses, coches, autocaravanas,… de todo.
Una de las dudas que tenía al salir era, si ir de corto o de
largo. Temprano, hacía fresquito, pero prefiero pasar un poco de frío al
principio y salir de corto. Según va avanzando la mañana, empieza a hacer más y
más calor. Menos mal que no he ido de largo.
Empiezo a tener problemas con el agua (me falta,
obviamente), solventándolo parcialmente con las fuentes que voy viendo. En una
de ellas, me paro diez minutos a comer un sándwich, cobijándome en una
marquesina de autobús. Pega el sol fuerte, nos acercamos a los cuarenta grados
otra vez.
Otra de las fuentes esta ubicada en una zona llamada Pia de
Urso (o algo así). Es un complejo dedicado al ciclismo, con unas instalaciones
que cuentan con duchas, aparcamiento para bicis, consignas,… Incluso pude ver
en un el cartel de una terraza, un menú Biker. Pensando que me queda poco para
llegar al siguiente PS, no paro.
Seguimos hasta Porto de Mós. Aunque suene marítimo, estamos
lejos del mar, todavía. Sólo queda una subida y después bajada hasta el Pit-Stop.
¡Y un cuerno! La subida, no acaba nunca. Empezamos suavecito, por la llamada
Eco-Vía (más o menos, como una Vía Verde, para entendernos). Va subiendo poco a
poco sin descanso, igual que la temperatura. Me queda otra vez poco agua. El
mismo error que ayer, aunque esta vez, tuve “menos culpa”. Cuando acaba la
Eco-Vía, una pista continúa la ascensión, pero con más pendiente. Ya parece que
estamos coronando.
De la pista, sale un sendero con bastantes piedras y más
pendiente. Desmonto en algunos tramos. Estoy muy torpe. Tras no-sé-cuantos
tramos, corono. Me imagino ya descansando, comiendo, como los que van por el
desierto y se imaginan un oasis. Pues… ¡otro cuerno! Ahora toca ir por la cuerda de la cumbre,
uniendo molinos. Otro rato así. Esto no se acaba nunca.
Empiezo a bajar por fin. Voy por un sendero entre matorrales
y me hago un “recto”. No es que pase de frenada pero, sigo recto al no ver el
desvío que me sacaría del sendero para ir a la pista de nuevo. Doy la vuelta,
veo una rama saltar de la rueda y… pedalada en vacío. Miro y… no puede ser
verdad. He arrancado la puntera. No llevo repuesto encima. Lo tengo en la caja
de herramientas que tengo en el coche. Desmonto el cambio y quito la cadena (no
quiero cortarla, porque después la tendré que empalmar otra vez y quedará débil
en ese punto, posiblemente). Sólo queda empujar.
Sé que estoy muy cerca, por lo que, decido llamar a mi
mujer, para que pregunte si lo que queda es bajada o si hay subidas. Si me
viene a buscar y me da asistencia, me penalizan con dos horas (al ser fuera de
un Pit-Stop), por lo que, tengo que valorar si el tiempo que perderé en llegar
por mis medios, es mayor o menor que esas dos horas. Estaba en lo cierto y sólo
queda bajada. Hay un pequeño tramo de carretera, en el que me lanzo y me paso
el desvío. Me doy la vuelta y a empujar. Sigo por los caminos, ya cercanos al Pit-Stop,
impulsándome con la pierna, como si fuese un monopatín.
A las seis y media de la tarde, llego al cuarto Pit-Stop, en
Rio Maior. Son ya 36 horas de carrera y nueve horas en hacer este tramo. Aquí
llega el momento más importante, para mí, de la carrera. A este ritmo tan
lento, es posible que no llegue. Me quedan 30 horas para hacer unos 170
kilómetros. Así escrito, queda fácil, pero tras 36 horas (300 kilómetros), no
es tan fácil. Tengo que hacer lo que queda casi del tirón, no puedo descansar
más que lo que pare ahora. Por otro lado, tampoco quiero “retirarme” a las 60
horas. Prefiero hacerlo ahora, me ahorro muchas horas de penurias. Con esto en
la cabeza, me tumbo, tras comerme tres hamburguesas (“prefabricadas”, pero es lo primero que como caliente desde el
jueves y ya estamos entrando en la noche del sábado al domingo). Además, tengo
que arreglar la bici. Cambiar puntera, cable y ajustar todo. Antes de tumbarme,
me doy una ducha fría. Los que me conocen, saben de mi aversión por el agua
fría, por lo que, es fácil imaginarse que la ducha es bastante “somera”.
Aprovecho para cambiarme de coulotte. Por muy Assos que sea, 36 horas son
muchas.
Pit-Stop de Rio Maior
Llegando a Rio Maior
No me duermo más de media hora (en realidad, creo que no
llegué ni a dormirme). Algo más descansado, procedo a reparar la bici. Se está
haciendo de noche. Sé que me la juego, si la noche me vence y tengo que parar a
descansar, no llegaré. Hacer la segunda noche en blanco, es algo nuevo para mí;
nunca he hecho una carrera en la que no tenga que dormir dos noches.