Esta vez durante la semana previa a la carrera, conseguí dormir normalmente. Esto debería ser bueno, aunque no consigo descansar bien. Supongo que estoy pagando excesos.
Preparativos, viaje y llegada a Junqueira sobre las doce de la noche del viernes. La verdad es que es un palizón de viaje. Unas ocho horas, 180 euros de gasoil, algo más de 60 en peajes. ¡Madre mía! Cada carrera igual, porque las del Troféu están todas juntas.
Llegamos a la zona de acampada. Vemos que está un poco separada del circuito. Intento que nos dejen aparcar a pie de circuito. Yo no gano nada pero, evito un montón de viajes a mi mujer. Bastante tiene con estar pendiente de lo que me haga falta. El director de carrera, nos indica dónde podemos estacionar. El único problema es que no podremos salir hasta que no acabe la carrera. No es problema, espero irme de los últimos.
Mismos preparativos de siempre, absolutamente mecanizados y a parrilla. El circuito viendo el perfil, no parece excesivamente duro, dado que los desniveles no son grandes.
Salida tranquila, como siempre. Ritmo constante y razonablemente mantenible. Tiago Sousa (ganador en Barcelos) y Humberto Luís (tercero), van bastante más rápido. Yo voy a ritmo parecido al de Carlos Pinto (quinto, tras una larga pelea conmigo en Barcelos). Las primeras horas las hacemos como el gato y el ratón: me coge al pasar por meta, me escapo en la primera parte del circuito, me coge al final, me vuelvo a escapar… Horas así. Físicamente, desgaste brutal porque todas las vueltas, intentas escaparte un poco más en tu tramo bueno, para que no te coja en el suyo. Aunque el desgaste mental, es mayor aún. Es machacante, no llegamos a separarnos dos minutos en un montón de horas. Notas que no avanzas.
En la primera vuelta, al llegar al tramo paralelo al río, entro cerca de unas zarzas y me paso una por el brazo. Me empieza a escocer a lo bestia y me salen en segundos unas ampollas un poco feas. Parece ser que no eran zarzas, deben de ser ortigas o algo parecido. Paso una vuelta jorobado con el brazo. Me preocupa porque, suelo reaccionar bastante a este tipo de cosas (el año pasado me hice pruebas de alergia pensando que podía ser eso, por la forma de reaccionar). Poco a poco van bajando las ampollas pero, al ser la zona opuesta del codo y ser un punto de giro, tengo una pequeña rigidez durante unas horas. No pasa de una pequeña molestia pero, no me gusta que el cuerpo “luche” contra nada que no sea el esfuerzo propio de la carrera.
Para colmo, Tiago me ha doblado en una hora y media. Es un circuito muy corto (tardo unos 23 minutos por vuelta; él ha dado alguna en 16) pero, me desmoraliza un poco. Es demasiado pronto, aunque ande mil veces más que yo.
En Moralzarzal (y Barcelos) estaba sorprendido de lo rápido que iba, con poco esfuerzo (en términos relativos, claro) y aquí, por el gran esfuerzo que hacía, para ir tan despacio.
En parte, no iba tan despacio. El circuito engaña y tiene subidas duras (aunque no muy largas) y las zonas menos pendientes, no son de descanso (empedrado, terreno arenoso,…). Sumando una subida técnica de piedras y poco agarre, que me empeño en hacer en plato grande y hago a pie varias veces, tenemos un circuito bastante puñetero que no permite descanso y va haciendo mella cada vuelta que pasa.
Intento seguir la estrategia de comida de las dos carreras anteriores pero, tengo que acortar un poco los intervalos. Además, los geles que he tomado en las otras carreras se me han acabado (bien aprovechados; están caducados desde 2007) y los que tengo ahora no me van tan bien (debe ser porque están caducados desde 2006). Esto me obligará a hacer alguna parada más.
Parece una obsesión el tema de las paradas pero, es mi arma. La única forma de mantenerte cerca de gente que te saca entre dos y seis minutos por vuelta, es parando menos que ellos. Si voy más lento y paro lo mismo, mal puedo luchar con ellos.
Me dobla Humberto y no consigo despegar a Carlos. Voy tercero-cuarto, dependiendo del momento. Cae la noche.
Me abrigo, pongo luces, como, bebo y a seguir. No estoy muy inspirado en la parada y se me van casi ocho minutos. No es un desastre pero, hay que recuperarlos después.
Por la noche, golpe de efecto. Paro a comer algo y veo a Humberto sentado. Tiene muy mala cara. Me desdoblo y ya estoy en su vuelta. Como toda la carrera, a un par de minutos, viene Carlos. Creo que no nos hemos separado más de tres minutos en unas quince horas.
Dos vueltas más tarde, vuelve a parar Humberto y me dice que lo deja. Tiene peor cara que antes. Se despide del Troféu. Creo que la decisión es precipitada (visto desde fuera, claro). A poco que descanse, queda cuarto casi seguro, lo que le mantendría en la lucha por el podio de la general (todavía quedan tres carreras). Pero, bueno, es un tío con bastante experiencia y si dice que no va, es que no podrá.
Al rato, pincho la rueda delantera. Sella el X-Sauce y llego a meta. El líquido lleva ya tiempo y decido echar un poco más de líquido. Empiezo a desinflar y al quitar el obús, me doy cuenta que no se puede quitar (son las válvulas presta de las primeras Mavic, que no es desmontable; habría que destalonar y echar el líquido). No arriesgo a destalonar y echo aire, ¡qué sea lo que Dios quiera!
En total pierdo unos seis minutos con Carlos. Aunque parezca una tontería en una carrera tan larga, tal y como se está desarrollando, puede suponer bastante.
Y así ocurre. Tardo unas cuatro horas en recuperárselos y posiblemente, me haya supuesto un sobreesfuerzo o coger riesgos mayores, parando menos.
Amanece, quedan unas cinco horas. Hace tiempo que no veo a Carlos y pienso que la diferencia puede haber aumentado. Acelero un poco, con la intención (o ilusión) de doblar a Carlos. Pregunto diferencias a mi mujer y me dice que está a menos de tres minutos.
Es el cumpleaños de mi hija (y se ha quedado en Madrid, porque está, con su hermano, en los Campeonatos Escolares de Triatlón) e intento “dedicarle” un buen resultado. Trato de motivarme con esta idea. Aprieto, hasta que se me agota todo resquicio de fuerza. No puedo más. Me paro a las 21 horas. No puedo seguir, estoy muerto; impotente, veo pasar a Carlos, camino de cogerme una vuelta, lo que supondrá mi final. Pregunto por la distancia con el cuarto y es casi imposible que me coja, lo que me alivia un poco.
La sensaciones que tengo no pueden ser peores. No tengo fuerzas para levantarme de la silla y un dolor de lumbares bestial (posiblemente de arrastrar el plato grande en toda la carrera, excepto en la subida de piedras). Mi mujer intenta animarme pero, no hay nada que hacer. Me tumbo en el suelo, buscando algo de alivio al dolor de espalda. Me empiezan a venir todos los pensamientos negativos que me caben en la cabeza. Qué tipo de padre está a seiscientos kilómetros de su hija en su cumpleaños (y encima se baja de la bici, el muy flojo) y cosas por el estilo.
Aunque la petada ha sido muy grande y desagradable, subir al podio (tanto en la carrera, como en la general), me deja un sabor un poco más dulce. He aprendido lo qué es sentir presión durante mucho tiempo y aunque al final he fallado, puedo hacer muy buenas lecturas de esta carrera, aunque en el momento no las viese.
Aunque el cansancio tardará en desaparecer, el dolor de espalda lo arrastraré toda la semana posterior, hago un balance positivo de estas tres carreras tan juntas. Por si no fuera suficientemente dura la especialidad que hago, meto muchas carreras y juntas. Ahora quedan tres semanas para la siguiente, en Lordelo, donde intentaré vengarme de Carlos.
Por cierto, mi currículo de ultramaratones empieza a ser decente: Junqueira es mi carrera número 20 de 24 horas, más otras dos de 12 horas, una de 150 km. y LA CARRERA (Oh meu Deus de 500 km. y 62 horas). Seguiremos agrandándolo. ¡Hasta Lordelo!
Fotos: CSJ