Nueva temporada y como todos, quiero hacerlo mejor que la
pasada. Ese es el “problema” que hay a la hora de competir, todos queremos
ganar o por lo menos, mejorar lo anterior. Sé que lo tengo muy complicado. Al
ser subcampeón del PT Open XCR 2012, todos los resultados son peores que el año
anterior, salvo dos: campeón y subcampeón. La cosa es difícil y la mejor forma
de intentar conseguirlo, es entrenar más (o mejor) que el año pasado. Teniendo
en cuenta que es lo que piensan hacer todos, pues con “entrenar más” no vale,
hay que entrenar “mucho más”.
Aún sabiendo que es una aberración en términos de
entrenamiento deportivo, mi estrategia en noviembre (cuando empiezo la
temporada 2013), es entrenar todo lo que pueda desde el primer momento. No
quiero pasarme un invierno suave y seco, entrenando poco porque es pronto y
después, cuando llegue el momento de entrenar fuerte y largo, que llegue época
de lluvias y quedarme mirando por la ventana. Así pues, los meses anteriores he
hecho todo lo que he podido, con sesiones de mañana y tarde, largas y cortas,
intensas y de fondo,… todo lo que he podido. Ha habido momentos en los que
estaba un poco pasado, con molestias en las rodillas, al borde de la lesión,
pero he conseguido seguir adelante. Y por fin, llegaba el día de empezar la
temporada, de la primera carrera.
Tenía la sensación de haber entrenado bien pero, no de andar
mucho. Al igual que el año pasado, raro ha sido el día que no ha hecho bastante
viento, por lo que, aunque hagas circuitos iguales a los del año anterior, al
comparar, no sacas conclusiones certeras. Si a esto se le une estrenar nueva
bici, de 29”, rígida, con dos platos, 10 velocidades, es decir, todo distinto a
lo que estoy acostumbrado. Lo que más me “descoloca” es el doble plato, puesto
que, si sólo uso el grande, arrastro bastante desarrollo y si cambio al
pequeño, me quedo corto (salvo en subidas muy fuertes). Conclusión: la más
obvia, siempre en plato grande.
Este año, el Open me viene relativamente mal. Dos pruebas de
12 horas y una de 24, no es lo mejor para un “diesel” como yo. Mi punto menos
flojo, es mi posibilidad de mantener un ritmo lento, durante mucho tiempo,
aprovechando las paradas durante la noche, para adelantar algún puesto. En 12
horas esto no pasa; hay que ir más rápido y casi nadie para.
Supongo que todos haremos un poco igual pero, al mirar la
lista de inscritos, haces tus “planes” del puesto que puedes alcanzar. Haciendo
una buena carrera, dentro de mis posibilidades, era difícil entrar entre los
cinco primeros. Si no hacía buena carrera,… mejor no pensarlo. Aunque parezca
raro, las 12 horas es una distancia que no me gusta nada. Sólo he corrido una
(Proença, 2010) y no me encuentro cómodo en ellas. Es “corta” y te hace ir a
ritmo alto y a la vez, “larga”, para pegar el reventón de tu vida, si te has
pasado. Prefiero las 24 horas, que no me obligan a ir tan acelerado.
Temas familiares, hacen que me tenga que ir solo a Abrantes.
Me obligará a tener mucho cuidado con la preparación del material, puesto que,
tendré que saber antes de salir, lo que necesitaré durante toda la carrera
(recordando que es una distancia en la que apenas tengo experiencia). Como va a
ser un viaje “rápido”, me voy en coche. No necesito la autocaravana para que
duerma nadie por la noche, por lo que, el viaje es un poco menos pesado, al
poder ir más rápido.
Había planteado la semana para descansar y dormir (trabajaba
de noche y tengo que elegir entre dormir y entrenar) pero, diversas
complicaciones hacen que no duerma entre los cinco días, ni quince horas (mejor
no hacer la media), por lo que, voy a ir cansado. La verdad es que no llevo
ninguna gana de correr. Casi, hasta me planteo ir. Mal empezamos.
Llego a Abrantes y aunque, la mayoría de la gente que
conozco, se ha ido a los hoteles, empiezo a sentir ese cosquilleo en el
estómago de la competición. Ya estoy allí, ya no queda más que, hacerlo lo
mejor posible. Duermo en el coche (lo prefiero mil veces a dormir en tienda de
campaña) y aunque, me despierto mil veces, me vuelvo a dormir de inmediato. Me
levanto y aunque, dormir seis horas no hace ningún milagro, es lo más que he
dormido desde el domingo anterior y me sabe a gloria, tanto que, me levanto
bastante descansado y con ganas de dar guerra. Lo único que me falta es mi
“equipo”, mi mujer y mis hijos, con los que, siempre comparto las carreras y
que esta vez se han tenido que quedar en casa.
Me encuentro con todos los corredores que ya conozco de
otros años, me da bastante alegría. Fuera de las carreras, tengo poco vínculo
con otros ciclistas, siempre entreno solo y es aquí, cuando tengo más relación
personal con el mundillo del ciclismo.
Voy preparando todo, intentando “ver” todo lo que me va a
hacer falta en cada momento de la carrera, intentando que todo esté a mano, que
no tenga que buscar nada, porque me
supondría perder un tiempo que no puedo recuperar. No es la primera carrera que
me voy solo pero, no deja de tener su punto de complicación.
Con todo listo, se acerca ya el momento de la salida. No he
podido hacer una de mis “tradiciones”, que es ver una carrera de Supercross
americano. Es lo malo de salir a las 9.30, en lugar de las 12, que solemos
salir para las de 24 horas. Lo bueno es que tendremos menos horas a oscuras. La
otra costumbre (“vaciar todo lo malo que llevo dentro”), la hago correctamente.
Y salimos. Como siempre, salgo tranquilo. No he visto el
circuito, por lo que, todo es nuevo para mí (bueno, casi todo, porque tiene
partes comunes con otros años) y no voy a arriesgar nada. Hay barro y estoy
especialmente torpe, cometiendo bastantes errores tontos. Tampoco ayudan las
cubiertas que llevo, que van bien en seco pero, en barro, sus tacos muy juntos,
no son lo ideal. Habrá que afinar entonces y buscar las zonas de mayor
tracción.
Las tres primeras vueltas son bastante malas. No me
encuentro cómodo, voy alto de pulso,… esto no se presenta bien. Para colmo,
pierdo el bidón, por lo que, tengo que parar y coger otro. Aprovecho y le pego
un buen trago a la botella de carbohidratos que he preparado. El bidón se ha
caído porque, aunque la bici lleva dos portabidones, si usas los dos, tropiezan
uno en otro y el del tubo diagonal, no entra del todo. En mes y medio ni se ha
movido pero, hoy ha tenido que caerse. En el otro portabidón llevo las
herramientas y la cámara de repuesto. El año pasado pinché varias veces aquí y
no quería sorpresas. Como no quiero volver a perderlo, tengo que elegir entre
hidratarme sin parar o llevar repuestos. Elijo lo primero, dejo la cámara y la
herramienta en el coche.
Estoy acabando la tercera y vuelta y oigo la pesadilla del
ciclista: cómo el aire del interior la rueda, se une con el del exterior, por
un maldito agujerito. He pinchado la rueda delantera. Empiezo a mover el
manillar como un loco, para que el X-Sauce tape el agujero y hace su trabajo a
la perfección, no perdiendo nada, ni de aire, ni de tiempo. ¡Menos mal!
A partir de la cuarta vuelta, empiezo a despertar, empiezo a
cometer menos errores, incluso, a recuperar algún puesto. No tengo ni idea del
puesto en el que voy. Espero ir entre los diez primeros pero, no tengo ni idea.
Ni falta que me hace.
El suelo está cada vez más resbaladizo. El barro se pega a
las ruedas y a los pies, en las zonas de “pateo” y de los pies… a los pedales.
Esta combinación hace que, en la sexta vuelta, la bici resbale, yo no saque el
pie del pedal y me una a la Madre Tierra, en un proceso, que por muchas veces
que nos haya pasado, siga siendo bochornoso. Miro alrededor y creo que no me ha
visto nadie. Espero no llevar muy manchado el coulotte y que, me delate el
pegote de barro en la cadera.
Salvo este pequeño inconveniente, cada vez voy mejor. En las
zonas de pedaleo, me encuentro muy fuerte (para lo que soy yo) y cada vez me
hace menos gracia llegar a la zona de barro. Aunque no se me da mal del todo
(las zonas a pie, las hago corriendo), me encuentro más cómodo, montado en la
bici, que chapoteando en el barro.
Un nuevo episodio de torpeza, en la vuelta ocho, hace que,
vuelva a ver el suelo a una distancia menor de la que desearía. Creo que,
tampoco me ha visto nadie. Me ahorro pasar la vergüenza propia de estos casos.
Han sido caídas casi parado, por lo que, salvo en la autoestima, no me he hecho
daño.
En la décima vuelta, tengo la primera noticia del puesto en
el que voy. Voy cuarto, con Josué a punto de adelantarme (ha debido de parar),
con lo que, realmente, soy quinto. Me sigo encontrando muy bien, aunque tengo
un pequeño bajón, que soluciono comiendo un sándwich al pasar por meta. Me
viene muy bien y recupero algo. Voy demasiado bien, con la sensación de ir un
poco pasado de ritmo y que, tarde o temprano, voy a explotar.
En la vuelta 15, decido (no me queda otra) parar a poner las
luces. Trataré de hacer todo lo que pueda en la parada. Pongo luces, a la vez,
como algo (sándwich) y hago otra botella de carbohidratos. Me he quedado corto
y tengo que preparar otra. No es mala señal, puesto que, quiere decir que estoy
bien hidratado (además, he bebido agua e isotónica). Pero, me hace perder algo
de tiempo, estar con el cacito haciendo la mezcla. Engraso por tercera vez la
cadena y salgo lo más rápido que puedo. Tenía que lavar la bici, pues la zona
del pedalier ha concentrado mucho barro y no deja girar la rueda. Decido
hacerlo a la vuelta siguiente, para coger el aceite y engrasar según la lave.
Así hago, en la vuelta siguiente lavo la bici, engraso y… parece
otra. La rueda trasera gira en la misma proporción que le aplico fuerza a los
pedales, nada le frena. He perdido algo de tiempo, pero ha estado bien
empleado. Justo un momento antes, había adelantado a Antonio Girao y entraba
así, en el podio. Mientras lavo la bici, veo cómo me vuelve a adelantar. No me
agobio en exceso, porque al adelantarle, me ha dicho que, a él le preocupa su
categoría (Master) y que va tranquilo, manteniendo su liderato. Salgo como un
cohete a por él y me empiezo a venir abajo.
Le paso pero, empiezo a perder fuelle. Veo cómo Josué, me
recorta, hasta que me coge. En ese momento, algún cable de mi cabeza toca masa
y me pongo a tirar como un loco. La verdad es, que no me apetece una lucha
hasta el final e, iluso de mí, aprieto muy fuerte, con la intención de quitarle
la idea a Josué de seguir presionando, que se dé por satisfecho con la cuarta
plaza. ¡Cómo si no le conociera! Va a apretarme las tuercas hasta el final,
seguro. Pero, en ese momento, es mi estrategia.
Doy una vuelta muy buena, a ritmo casi igual al que estaba
haciendo de día, cuatro horas antes. Le saco una buena ventaja a Josué pero,
como era de esperar, no va a aflojar. No me queda más remedio que, seguir a un
ritmo parecido, si quiero mantener el puesto en el podio.
En una de las bajadas reviradas, se están haciendo unas
roderas que se me están atravesando y como era de esperar, doy otro recital de
torpeza, con otro resbalón. A diferencia de las anteriores, en esta llevo algo
de velocidad (poca, pero no voy parado) y en ese momento me alegro de haber
tenido hijos, porque me doy con el sillín, en la “herramienta” de hacer hijos y
me entran dudas de su funcionalidad futura. Afortunadamente, se me va pasando
el dolor, poco a poco. Aunque no lo voy comprobar, creo que el golpe no afecta
a la funcionalidad.
Con Josué apretando, no me queda más remedio que seguir a
muerte. Voy absolutamente sorprendido del ritmo que llevo. No voy muerto, voy
rápido y llevo más de diez horas a todo lo que puedo. Me permito el “lujo” de
desdoblarme del primero (Tiago Clamote), que obviamente, pasa de mí y sigue a
su ritmo.
Miguel, otro de los españoles, me dice le voy recortando
mucho tiempo por vuelta al segundo. Supongo que irá dosificando su ventaja
pero, me engaño a mí mismo y pienso que puede ir muerto y le puedo coger. Así
me paso las dos últimas vueltas, intentando recortar ventaja con él, lo que,
indirectamente, me viene bien porque, sigo aumentando ventaja con Josué.
Cuando me queda poco más de una vuelta, el botón del la luz,
se pone rojo, síntoma de que queda poca pila. No me puedo arriesgar a quedarme
sin luz a mitad de la vuelta y al pasar por meta, cambio la pila, perdiendo un
poco de tiempo, pero asegurando tener luz en lo que queda de carrera.
Sigo apretando para quedar segundo, cosa que finalmente, no
consigo. Era lo más lógico pero, tenía que intentarlo. Acabo muy contento. No
me esperaba hacer algo así, ni en sueños. No sólo es el puesto, sino cómo he corrido
a lo largo de las 12 horas. Un par de bajones de unos dos minutos por vuelta,
en tanto tiempo, es un logro para mí, dado el ritmo al que he ido durante toda
la carrera.
Llega Josué; nos felicitamos mutuamente. Hemos hecho muy
buena carrera los dos. Éramos los que “peor” vamos en carreras de 12 horas (en
comparación de las de 24) y hemos capeado muy bien la situación. Todavía queda
mucho campeonato pero, creo que vamos a dar guerra.
El final de carrera es muy agradable. Contar las batallitas
de la carrera, felicitas, te felicitan,… por fin, te liberas de la presión de
no saber si has estado haciendo las cosas bien durante los meses previos.
Llega el momento de despedirse. Del resto de españoles, de
Paulo y el resto de la organización, de Josué y su mujer. Me quedan más de
quinientos kilómetros hasta casa. Hago lo de siempre, salir de vuelta según
acabo. Estás cansado pero, con el “subidón” del final de carrera, aguanto unas
horas sin sueño por lo que avanzaré bastante. Iré tranquilo y cuando me entre
el sueño, pararé y dormiré. A las siete de la mañana, llego a casa. Tengo ganas
de ver a mi mujer y a los niños. Tengo una buena carrera que contarles.
He empezado bien la temporada. Ahora lo más difícil es
mantener ese “nivel” hasta septiembre, cuando acabe la temporada, con la última
prueba del Open y la Copa de Europa de 24 horas. Ganas no van a faltar…
Fotos: Luis Gil